El diarista de Mírame (Anagrama, 2018), de Antonio Ungar, proviene del linaje del hombre del subsuelo dostoievskiano. Actúa frente al espejo —la pantalla— y en ella se ve a sí mismo como el caprichoso dueño del mundo. Sin embargo, la que tiene el poder es ella —confabulada con su hermano— y el francés cae en la trampa. Toma el riesgo de tornarse irrelevante en el futuro porque Antonio Ungar, notorio narrador colombiano en la actualidad, cumple, con pericia, su obligación novelesca de atestiguar, como en su día lo hizo Sartre con La náusea. Ambas novelas me incomodan por el desahogo sin pudicia de la autoconmiseración, a menudo adversaria de la sensualidad.
Source: El Universal April 18, 2018 06:45 UTC