Para la empresa para la que trabajaba, lo de Mariano había sido un “error fatal”. Creyó, o le hicieron creer, que lo que había vivido en el call center era normal. Así se convirtió en la encargada de decirle a una compañera —de igual salario y edad— que se había quedado en la calle. El escritorio en el que uno atiende los reclamos y escucha los insultos es un box que no permite la charla con el de al lado. Los tres coinciden en que sólo volverían a un call center como último recurso, si no hubiera más opción en su vida.
Source: Excélsior February 12, 2018 22:18 UTC