Alguien, alguna vez, hará un sesudo estudio sobre por qué los peruanos somos tan concesivos con la mentira, al punto que consideramos la verdad, la franqueza y el respeto a la palabra empeñada como valores secundarios, casi como estorbos para el logro de nuestros objetivos y, sobre todo, para nuestra vida política. Somos los campeones del “¡mañana sin falta, hermanito!”, del “te llamo para tomarnos un café” o, el clásico de clásicos, “¡estoy llegando en cinco minutos!”, esas manidas convenciones no escritas en las que ambos participantes saben que nunca se cumplirá, pero no se quedará mal con el otro, parte de la “esencia” del ser peruano. Mijail Garrido Lecca, el mozalbete que ha decidido incursionar en política con el auspicio, cuándo no, del Partido Aprista, no tendrá la talla de algunos de los mentirosos colosales que lo han antecedido, pero está haciendo méritos para empatar. Sus embustes los conocen todos: que cubrió la guerra en Siria, que comanda un pelotón de fuerzas especiales del Ejército, que ganó una medalla por hacer inteligencia en el VRAEM, que va a publicar un libro con Penguin Random House y un largo etcétera que hace pensar que, más que una candidatura, necesita un siquiatra. Total, si solo se trata de sufrir la sanción moral de la gente, hay algunos que ya nacieron con el cuero de chancho.
Source: La Republica December 08, 2019 12:56 UTC