Pensamos en ellas como seductoras, glamurosas, sensuales, algo así como si todas fueran Mata Hari, la bailarina exótica que en Francia espió para los alemanes durante la Primera Guerra Mundial y que, según la leyenda, lo último que hizo fue aventarle besos a los oficiales del escuadrón que en octubre de 1917 la fusilaron cuando tenía 41 años de edad y había causado la muerte de cientos de soldados aliados. Como ella hay otras que en diversa épocas de la historia han ayudado a sus países como agentes encubiertas y Estados Unidos no podía quedarse atrás. El problema, dicen sus críticos, es que en mucho su fama y reputación, que la llevaron al puesto, se basan en los métodos que favoreció en su trabajo y que le han dado el sobrenombre de Reina de la Tortura. Se dice que los legisladores prefirieron alguien que conoce la CIA a la perfección, a dejar que Trump, quien ha dicho estar a favor de la tortura, nombrara en su lugar como titular a algún donante derechista sin conocimiento interno de la agencia. La práctica de la tortura se suspendió cuando aún estaba en funciones Bush, pero fue cancelada definitivamente en 2009, cuando el entonces presidente Barack Obama firmó una Orden Ejecutiva prohibiéndola, en su segundo día como gobernante.
Source: La Crónica de Hoy May 23, 2018 03:00 UTC