En las últimas semanas hemos visto en varios países de América Latina grandes quiebres de la estabilidad política. En 2018 Brasil y México fueron conmovidos por cambios drásticos en la orientación del electorado. Estos giros drásticos, algunos teñidos de movilizaciones violentas, otros pacíficos apuntan a un mismo fenómeno: la gran brecha que se ha formado entre las condiciones democráticas de acceso al poder y las formas de ejercerlo que deshonran con mucho ese origen democrático. Esta insatisfacción no es sólo con ciertos partidos por contraposición a otros que serían preferibles, sino es una insatisfacción con el ejercicio del poder del Estado por parte de cualquier poder político que pudiera haber llegado a dirigirlo el país. La lección es contundente: sin democracias constitucionales sólidas, sin Estados que se hagan cargo de todos los derechos humanos no hay futuro.
Source: El Universal October 27, 2019 07:07 UTC