El principal: que los trabajadores cubren jornadas mínimas de ocho horas y se les despojó del gusto de refrigerar o calentar su comida. Pero aún si la medida solo afectara a los 500 diputados y sus achichincles, ¿quién en uso pleno de sus facultades mentales objetaría que se pueda preparar un té, entibiar una torta, un sándwich o una garnacha? El ridículo responde a lo que el estulto señor Armendáriz quiso interpretar del exhorto presidencial al Congreso para sacar la referida ley: "Si veo que se pasa el tiempo y no se aprueba, como depende de nosotros, memorándum, memorándum interno para que nadie vaya a pensar que es lo mismo”, advirtió, ¡y chíngale! : ipso facto se dejó a los tangueros diputados con todo a media luz. cmarin@milenio.com
Source: Milenio June 20, 2019 06:11 UTC