Era el desfile que encabezaba Agustín de Iturbide, no el consumador de la Independencia, sino su verdadero autor, el emancipador de México. Ahí la sonora voz de mando de Iturbide hizo que el ejército se detuviera. En su balcón, sentada en elegante silla, feliz, dándose aire plácidamente con un abanico nacarado, estaba la Güera Rodríguez. Luego envió con la pluma un disimulado beso a Iturbide, que se inclinó sobre su caballo, caballeroso. El funcionario tomó las llaves de oro de la ciudad y las entregó, solemne, a Iturbide.
Source: Diario de Yucatán September 27, 2021 06:33 UTC