Han pasado 24 años de su fallecimiento y sigue siendo en muerte el ídolo popular que nunca fue mientras estuvo vivo. ¿Por qué sus libros parecen producir en los lectores la misma adicción o dependencia que en él producía el tabaco? Una explicación más o menos evidente es que Julio Ramón no fue un actor político y eso lo salva de antipatías y recelos. Porque si Ribeyro estuviese vivo –permítanme especular–, hace rato que los imbéciles que pululan por aquí y allá se le habrían lanzado a la yugular con cualquier pretexto. Qué va, ni siquiera el buen Ribeyro se habría salvado del maltrato en el asqueroso pandemonio lleno de prejuicios en que se ha convertido hoy la ‘discusión pública’.
Source: El Comercio December 08, 2018 13:06 UTC