Y es que el cine no solo dice qué desear, sino cómo desear y para ello el melodrama es crucial. En Una familia de tantas (1948) el director Alejandro Galindo ofrece una película donde el adulterio es inimaginable: si la hija elige al hombre que ama sin el consentimiento paterno, se maldice para toda la vida, como le sucede a Maru. Lo valioso aquí es que Galindo invierte los elementos del melodrama para subvertir la tradición en el relato de una familia que se ve sitiada por la modernidad, veamos: la tranquilidad y el orden de la familia Cataño se ve irrumpido por un vendedor de aspiradoras eléctricas. En este tipo de melodrama, por regla general, la hija estará condenada a ser madre soltera, esposa golpeada o víctima del divorcio. Al respecto, el historiador mexicano Rafael Aviña considera: “En el melodrama nos identificamos con la inocencia mancillada o en peligro.