Vayamos, para comprobarlo, a lo que se acaba de aprobar en la Cámara de Diputados en materia de prisión preventiva sin justificación. ¿Han servido de algo las inclusiones, como aquella de prisión preventiva injustificada en delitos de corrupción, fenómeno este último, el de la corrupción, que hoy goza de salud más cabal que nunca? Reformulemos a Rabasa: todo lo esperan de la ley escrita y la ley escrita se cansa de mostrar la incurable impotencia de sus geniales iniciativas. Que agreguen al catálogo de delitos que “ameritan” prisión preventiva oficiosa, si tantita vergüenza parlamentaria queda, el crimen que continuadamente cometen los “factureros de curules”. Lean a Shakespeare, a Rabasa o, de perdida, las admoniciones que les lanza con creciente frecuencia el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.