Su radical postura respecto al tema migratorio y tráfico de fentanilo anticipa una presión mayúscula al gobierno de Sheinbaum. Ciertamente, el vicepresidente no determina la política, pero dibuja cómo será la segunda presidencia de Trump si el voto le favorece en noviembre, como parece será. La necedad presidencial no cede. Su soberbia le impide advertirlo, también el silencio o la complacencia de muchos dentro y fuera del gobierno. Pero el tema que importa es el país, no López Obrador, ni siquiera el futuro gobierno.