La cuota de sangre que paga el país por la violencia no se cubre con sacar de circulación la palabra masacre o matanza en el lenguaje público. Pero también puede usarse para crear la sensación de que no hay otras alternativas contra el “horror” que nuevas reformas a la seguridad pública y la prisión indiscriminada, que sirvieron por ejemplo al “modelo Bukele” para abrirse paso cuando el autoritarismo se vuelve popular. Estas reformas dibujan una compleja mezcla de política de prevención y de fuerza punitiva, con algunos elementos que parecieran replicar el modelo del presidente salvadoreño Nayib Bukele. Su margen de maniobra es inmenso, a pesar de que la militarización le daba un papel secundario. Las reformas cuentan con el respaldo de la oposición en el Congreso, algo positivo porque la tolerancia y el consenso social es importante para aplicar medidas duras.