En sus clases constantemente revivía heridas sociales abiertas (como la matanza del 68 o la falta de medicinas contra el SIDA en África), y culpaba sin descanso a las autoridades universitarias de todos los males habidos y por haber. Nos hablaba de estos temas con una elocuencia al borde de las lágrimas, dejándonos llenos de rabia e indignación a tal grado que odiábamos a las autoridades universitarias incluso sin conocerlas o saber quiénes eran. Desde luego, volvió a hablar mal de las autoridades universitarias culpándolas de querer privatizar la educación pública. ¿Nuestra opinión cuenta o no cuenta?”Se hizo una primera votación para decidir si los presentes eran capaces de votar o no y si su voto era representativo o no. Por supuesto que todos se sienten capaces de votar y decidir sobre cualquier tema.